La Fuerza del Destino

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Melodramma en cuatro actos

Libreto de Francesco Maria Piave revisado por Antonio Ghislanzoni, basado en el drama Don Álvaro o la fuerza del destino de Ángel de Saavedra, duque de Rivas; con una escena de Wallensteins Lager de Friedrich von Schiller. 

 

La forza del destino es una ópera de madurez de Verdi. Estrenada cuatro años después de Un ballo in maschera, momento muy especial de su producción, coincide con el gusto de la época por una mirada hacia el exotismo de otros mundos. Centrado en esa fascinación por la cultura española, Verdi escribe Ernani (1844), Il trovatore (1853), Don Carlo (1867) y La forza del destino (1862). 

 

La acción se inicia con el sueño de dos amantes, Don Alvaro y Leonora, preparándose para la huida, pero los dos amantes son sorprendidos por el padre de la joven. El infortunio les perseguirá cuando Don Alvaro, mientras dejan sus pistolas en el suelo, una de ellas se dispara involuntariamente y mata al padre de ella: la fortuna es caprichosa y se ríe del destino de los hombres. 

 

Solo el talento de Verdi podía transformar un enrevesado argumento, lleno de tópicos de la escuela romántica española, en una ópera que es la quinta esencia del repertorio italiano del siglo XIX y un auténtico milagro musical.

 

La forza es una adaptación de la obra teatral Don Álvaro o la fuerza del sino, un drama en cinco jornadas en prosa y verso de Ángel María de Saavedra y Ramírez de Baquedano, duque de Rivas, estrenado en el Teatro del Príncipe de Madrid en 1835. Verdi y Piave se entusiasmaron con la obra de este curioso personaje, Grande de España, el más famoso dramaturgo de su tiempo, pintor y político que incluso llegó a ser presidente del gobierno durante dos días en 1854; para completar el libreto, se incorporó una escena adaptada del Wallensteins Lager, de Friedrich Schiller, uno de los autores de cabecera de Giuseppe Verdi. 

 

Verdi viajó a San Petersburgo, capital del imperio ruso en ese momento, en diciembre de 1861 para asistir al estreno de su nueva ópera, el cual tuvo que cancelarse para ser estrenada finalmente en el mes de noviembre del año siguiente en el Teatro Bolshoi Kámenny (después, Mariisnky). Era el comienzo de un anecdotario cargado de “mala suerte” que ha permanecido asociado por siempre jamás a este título verdiano, también conocido como “la Innominable”, una leyenda negra al ofrecer numerosísimos problemas en el ámbito de la producción, de la puesta en escena e incluso muertes reales sobre el escenario. 

 

Un gran fresco italiano repleto de giros argumentales en el que la maldición del padre pesará y lo eclipsará todo. La Forza, igual que Rigoletto e Il Trovatore, es también una obra de su tiempo. En 1861, Verdi aceptó convertirse en diputado parlamentario para perseguir sus ideales políticos. Sin embargo, “Il Risorgimento” fue más ambicioso del que quería Verdi, y el compositor entró en un cierto escepticismo. Esta misma melancolía/aflicción oscura impregna toda la partitura, donde el motivo del destino se repite a lo largo de la idea de la redención.

 

En esta coproducción entre Opéra de París y el Gran Teatre del Liceu, firmada por Jean-Claude Auvray, la ópera se convierte en un lugar donde los sueños se estampan contra la pared de la realidad mientras emerge una débil pero tóxica canción de esperanza.

 

Un lienzo inmenso para esta ópera con escenografía minimalista y llena de detalles romanticistas y una partitura que exige unos sublimes intérpretes como Maria Agresta y Saioa Hernández para encontrar todos los matices de la emoción de Leonora (desde la alegría mediante la renuncia del último corazón roto). Junto a ellas, un reparto con Brian Jadge cómo Don Alvaro, el hombre al que ama y Artur Rucinski, Don Carlo, el oscuro instrumento de su destino. 

 

La brillante dirección del maestro Nicola Luisotti será una lección de estilo verdiano aplicado a escenas de gran lirismo y refinamiento, alternadas con pasajes cómicos.

Programa y reparto

Duración aproximada - 3h 15min

 

MARQUÈS DE CALATRAVA: Alejandro López

DONNA LEONORA: Maria Agresta | 9, 12, 15 y 19 noviembre

DONNA LEONORA: Saioa Hernández  | 10, 13, 16 y 19 noviembre

DON CARLO DI VARGAS: Artur Ruciński  | 9, 12, 15 y 18 noviembre

DON CARLO DI VARGAS: Amartuvshin Enkhbat | 10, 13, 16 y 19 noviembre

DON ALVARO: Brian Jagde  | 9, 12, 15 y 18 noviembre

DON ALVARO: Francesco Pio Galasso | 10, 13, 16 y 19 noviembre

PREZIOSILLA: Vasilisa Berzhanskaya | 9, 12, 15 y 18 noviembre

PREZIOSILLA: Szilvia Vörös | 10, 13, 16 y 19 noviembre

PARE GUARDIANO: John Relyea | 9, 12, 15 y 18 noviembre

PARE GUARDIANO: Giacomo Prestia | 10, 13, 16 y 19 noviembre

FRA MELITONE: Gabriele Viviani  | 9, 12, 15 y 18 noviembre

FRA MELITONE: Luis Cansino |10, 13, 16 y 19 noviembre

CURRA: Laura Vila

MESTRE TRABUCO: Moisés Marín

 

DIRECCIÓN DE ESCENA: Jean-Claude Auvray

REPOSICIÓN: Leo Castaldi

COREOGRAFÍA: Terry John Bates

REPOSICIÓN DE LA COREOGRAFÍA: Paolo Ferri

ESCENOGRAFÍA: Alain Chambon

VESTUARIO: Maria Chiara Donato

ILUMINACIÓN| LAURENT CASTAING

PRODUCCIÓN - Gran Teatre del Liceu i Opéra national de Paris

CORO DEL GRAN TEATRE DEL LICEU (PABLO ASSANTE, DIRECTOR)

ORQUESTA SINFÓNICA DEL GRAN TEATRE DEL LICEU

DIRECTOR: Nicola Luisotti

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Gran Teatre del Liceu

El Gran Teatre del Liceu, creado en 1847 en la Rambla de Barcelona, es un teatro de ópera que a lo largo de los años ha mantenido su función de centro cultural y artístico. Es uno de los símbolos de la ciudad.

Actualmente es un teatro de titularidad pública (Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) administrado por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que incorpora, además de las citadas instituciones, el Consejo de Mecenazgo y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu.

Los orígenes. Del 1837 al 1847

El Liceu tiene su origen en la Sociedad Dramática de Aficionados, creada en 1837 en el antiguo Convento de Montsió por unos miembros de la Milicia Nacional, organización de ciudadanos armados de la época de signo liberal, bajo la iniciativa de Manuel Gibert.
La necesidad de crear un conservatorio de música en una Barcelona en plena expansión económica y demográfica pronto propició (1838) su conversión en el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés de S. M. la Reina Isabel II, que añadía al cultivo del teatro el del canto y la música a la italiana.
 

El edificio de la Rambla

El éxito del Liceo Filarmónico, junto con la voluntad de un grupo de destacados miembros de la burguesía barcelonesa dirigido por Joaquim de Gispert i d’Anglí, llevaron a la construcción de un nuevo y ambicioso teatro, digno de la importancia de la ciudad, que ha perdurado a lo largo de más de un siglo y medio, en el solar del antiguo Convento de los trinitarios de la Rambla.
El primer edificio, inaugurado solemnemente el 4 de abril de 1847, fue construido según los planos del arquitecto Miquel Garriga i Roca, pronto ayudado por Josep Oriol Mestres. El proyecto se financió mediante acciones mercantiles —que comportaban la propiedad privada de buena parte de los palcos y las butacas del futuro teatro— que dieron lugar a la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, llamada «Sociedad de Propietarios», la cual, desde 1855, se convirtió en responsable única del Gran Teatre del Liceu al separarse jurídicamente del Conservatorio del Liceu.
La explotación del Teatro fue confiada desde un principio a empresas concesionarias de los espectáculos, que tenían la obligación de ofrecer un número determinado de representaciones, recibiendo, a cambio, los ingresos por la venta de las localidades no adscritas a la Sociedad.
Esta situación perduró hasta 1980.
 

La creación del Consorcio

El régimen económico que regía el Liceu se mostró inviable a partir del último cuarto del siglo XX. En 1980, el primer gobierno de la Generalitat de Catalunya, ante el peligro de desaparición de una institución del prestigio cultural internacional del Liceu, crea, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, a las que se sumarían posteriormente la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura (1985 y 1986), el Consorcio del Gran Teatre del Liceu, que se hizo cargo de su gestión y explotación.
 

El incendio de 1994 y la construcción del edificio actual

El incendio del 31 de enero de 1994, que destruyó la sala y el escenario, causó un impacto emocional extraordinario en la sociedad catalana y replanteó de modo radical la propia existencia del Teatro. A fin de poder reconstruir, mejorar y ampliar este emblemático edificio, se hizo necesario un nuevo enfoque jurídico con miras a su titularidad pública: se creó la Fundación del Gran Teatre del Liceu (1994), y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu hizo la cesión de la propiedad al Consorci del Gran Teatre del Liceu, integrado exclusivamente por las administraciones públicas  (cesión ratificada en 1997).
A partir del preexistente proyecto de Reforma y Ampliación de Ignasi de Solà-Morales (de 1986, al que se sumaron en 1988 Xavier Fabré y Lluís Dilmé), se realizó la reconstrucción, y el nuevo Liceu —con una apariencia fiel al anterior pero dotado de una infraestructura técnica muy avanzada y ampliado con los solares vecinos de la Rambla, calle Sant Pau y calle Unió — abrió sus puertas el 7 de octubre de 1999.

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