Mozart: La flauta mágica
Diciembre 2024 | ||||||
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Singspiel en dos actos con libreto de Emanuel Schikaneder (traducido al francés en 1897), estrenado en Viena en 1791.
Espectáculo en francés con sobretítulos en francés e inglés.
Cantado en francés.
En 1791, en el Theatre auf der Wieden, en un suburbio de Viena, Mozart presentó por primera vez su Singspiel Die Zauberflöte.
El libreto de Emanuel Schikaneder (que también fue director de su propio teatro) tenía como objetivo llegar a un público popular en su propio idioma. Gracias a las cualidades teatrales y oníricas de la obra y a la magnífica música de Mozart, se representó más de cien veces al año y su éxito no ha disminuido desde entonces.
Para encantar a públicos de todas las edades, amantes de la música y público inexperto, el plus de Mozart y Schikaneder era dirigirse a los espectadores en su propio idioma, y no en italiano como en las óperas de la corte. Esto es lo que propone esta nueva producción, en versión íntegramente en francés, puesta en escena por Cécile Roussat y Julien Lubek (recordemos sus bellas Dido y Eneas de Purcell) y dirigida por Hervé Niquet, con un equipo de solistas plenamente implicados en sus papeles de actores-cantantes, en francés, para darle más fuerza a la obra maestra de Mozart.
Argumento
Acto I
Cuadro I: En las tierras rocosas
El príncipe Tamino llega hasta tierras rocosas perseguido por una serpiente gigante. Ha perdido su arma y ruega por su vida hasta que se desmaya («Zu Hilfe! Zu Hilfe!», en español: «¡Ayuda! ¡Ayuda!»). Pero enseguida es salvado por las Tres Damas (Die Drei Damen), que matan al monstruo. Al ver al joven se enamoran de él, pero le abandonan con la promesa de volver de nuevo.
El príncipe Tamino se despierta, aturdido, junto a la serpiente muerta, cuando oye un silbar. Es Papageno, un hombre mitad pájaro y mitad humano, que llega tocando una flauta mágica con una gran jaula a sus espaldas, se le acerca cantando («Der Vogelfänger bin ich ja», «El pajarero yo soy»). Cuando el príncipe Tamino habla con él le pregunta quién es. Es el pajarero de la Reina de la Noche (Die Königin der Nacht), quien le da comida a cambio de los pájaros por vía de sus cortesanas, las Tres Damas. Hablando, el príncipe Tamino es inducido a creer que Papageno mató a la serpiente gigante y lo salvó. En este momento se oye la voz de las Tres Damas que, tras ver que Papageno ha mentido, le dan agua y piedras en vez de comida y le cierran la boca con un candado de oro. Al dirigirse a Tamino, le entregan un retrato de una bella joven y viendo que él no permanece indiferente, le dicen que su destino será entonces fama, honor y felicidad.
En la intimidad, el príncipe Tamino muestra con su canto cuánto le gusta ella («Dies Bildnis ist bezaubernd schön», «Este retrato es encantadoramente bello»). No sabe quién es la retratada, pero sabe que le enamora. Las Tres Damas aparecen ante Tamino y le dicen que la Reina escuchó su canto y ha querido que sea él quien rescate a la princesa Pamina, su propia hija. Es la princesa Pamina, la hija de la Reina de la Noche, y está secuestrada por un demonio llamado Sarastro, que vive en un castillo muy bien vigilado. Entonces, decidido, el príncipe Tamino se propone salvar y liberar a la princesa Pamina, la hija de la Reina de la Noche.
De repente se oye un trueno y cae la noche. Las montañas se abren dando paso a la Reina de la Noche, que viene sentada sobre un trono de estrellas, haciéndose la oscuridad detrás de ella. En su delicada y completa aria de tres tiempos distintos («Oh zittre nicht, mein lieber Sohn!», «¡Oh, no tiembles, querido hijo mío!») con la que muestra su gran aflicción por el secuestro de su hija por un hombre al que no ama, por lo que persuade a Tamino para que la rescate y, a cambio, dejará que se quede con ella para siempre. Después de esto, la Reina se retira entre las montañas y el día se hace de nuevo.
El príncipe Tamino, pensando en soledad si lo que ha visto es cierto, se encuentra con Papageno en el camino, que no puede hablar por el castigo («Hm, hm, hm») pero él tampoco logra liberarlo. Entonces llegan las Tres Damas y liberan a Papageno de su castigo por gracia de la reina, pero este no debe mentir nunca más: «¡Que este candado te sirva de advertencia!» A Tamino le entregan un regalo de parte de la princesa: una flauta mágica de oro, que modifica el estado de ánimo de aquel que la escuche, hace más feliz a los hombres, al triste le vuelve alegre y al soltero enamorado. También por comando de la princesa Pamina, Papageno debe acompañar a Tamino, pero este tiene miedo de Sarastro; abandonaría al príncipe Tamino por no ir. Las Damas, para evitarlo, le regalan unas campanillas de plata mágicas que le protegerán con su sonido. Se despiden de ellos diciéndoles antes que, para guiarse y encontrar el castillo, han de seguir a tres muchachos jóvenes, bellos, nobles y sabios.
Cuadro II: En la habitación con jeroglíficos del palacio de Sarastro
Unos esclavos y Monostatos, siervos de Sarastro, entran con Pamina, la sujetan y la atan. Esta intenta evitar a Monostatos, quien la acosa y la desea. Él se acerca a ella («Du feines Täubchen, nur herein!», «¡Entra, pichoncita, entra!»), quien lo rechaza aunque le cueste la vida. En ese momento entra Papageno, que encuentra a la princesa Pamina junto al negro Monostatos. Ambos se asustan por la extraña apariencia del otro, y escapan, pero Papageno reflexiona y entiende que, si los pájaros pueden ser negros, los hombres también. Regresa ante la princesa Pamina para presentarse y, como solo se conocían de oídas, él comprueba que ella es la del retrato. Le cuenta que lo recibió de un príncipe enamorado de ella que va a rescatarla por encargo de su madre la Reina, cautivándole al darle el retrato para que pudiera cumplir la misión. Antes de salir, cantan un dúo sobre la necesidad que sienten de amor en las vidas («Bei Männern, welche Liebe fühlen», «A los hombres que sienten el amor»).
Cuadro III: En el bosque ante el palacio de Sarastro
El príncipe Tamino es conducido por los tres muchachos hasta el palacio de Sarastro («Zum Ziele hin führt dich diese Bahn», «Esta senda te conduce a la meta»), quienes le dicen que sea firme, paciente y callado. Encuentra un templo con tres puertas: en el medio, la puerta de la Sabiduría, a la derecha, la de la Razón, y a la izquierda, la de la Naturaleza. Entra por la puerta de la Sabiduría porque las otras le impiden pasar («Zurück!», «¡Atrás!»). Se presenta ante él un Orador que le pregunta por sus intenciones diciéndole que está ofuscado por el engaño de una mujer, quienes hablan mucho y hacen poco. El Orador le crea mucha confusión al admitir que Sarastro secuestró a la princesa Pamina pero que no es malvado. Tamino pregunta si fue sacrificada, el Orador dice que un juramento le impide responder mientras no entre de mano de la amistad; y se va.
Un coro de «Invisibles» informan al príncipe Tamino que ella vive y él empieza a tocar su flauta con agradecimiento. El sonido atrae a los animales del bosque. Al tocar la flauta se oye la melodía que siempre toca Papageno («Wie stark ist nicht dein Zauberton», «¡Qué poderosa es la magia de tu sonido!»).
La princesa Pamina y Papageno buscan también a Tamino y oyen su flauta mágica. Monostatos, al oír a Papageno, aparece e intenta atraparles. Llama a sus esclavos, que vienen con cadenas, pero Papageno utiliza el regalo de las Tres Damas y con sus campanillas les detiene y les hace bailar y cantar («Schnelle Füße, rascher Mut», «Pies rápidos y coraje protegen» y «Das klinget so herrlich!», «¡Qué sonido más hermoso!»).
Después se oyen trombones y Sarastro es anunciado por un coro invisible («Es lebe Sarastro, Sarastro lebe!», «¡Larga vida a Sarastro, viva Sarastro!»). Entra de forma triunfal, con sus sacerdotes y montado en un carro tirado por seis leones. Pamina le implora que le perdone su huida; ella quería escapar de Monostatos, quien le estaba acosando. Sarastro ya sabía todo esto y que está enamorada de otro, y aunque la perdona y dice no desear obligarla a amarle añade que no la soltará. Cuando ella apela al amor materno-filial, Sarastro responde que perdería su felicidad junto a su madre, y añade que es orgullosa y que un hombre debe guiar los pasos de las mujeres para que no sobrepasan la esfera que les corresponde.
El príncipe Tamino entra sujetado por Monostatos y los dos jóvenes se reconocen y pronto se abrazan fuertemente, lo que provoca la furia de Monostatos, que los separa inmediatamente y ruega a su señor que los castigue. Sarastro, imparcial, sentencia un castigo de setenta y siete azotes, pero sobre Monostatos, al cual se lo llevan sus sacerdotes. Para terminar, ordena que acompañen a Papageno y al príncipe Tamino al templo de las pruebas, con las cabezas cubiertas con sacos, para ser iniciados.
Acto II
Cuadro I: Un bosque
Sarastro y sus sacerdotes, en procesión solemne, se reúnen en su templo («Ihr Eingeweihten der Goetter Isis und Osiris»). Debaten la posibilidad de acoger a Papageno y a Tamino e iniciarlos en sus prácticas. Todos aceptan la propuesta, pero deberán ser virtuosos y superar una serie de pruebas. En este momento canta Sarastro el aria con coro («O, Isis und Osiris») rogando a los dioses que los fortalezcan con virtudes y los acojan en caso de que deban morir.
Cuadro II: En una sala, de noche, con tormenta
Tres sacerdotes conducen a Tamino y a Papageno hasta la sala donde se harán las pruebas, y les quitan los sacos. Tamino y Papageno entablan una conversación en la que suenan unos truenos que atemorizan a Papageno. Después entran unos sacerdotes con antorchas, con los cuales Tamino sentencia que estaría dispuesto a dar su vida por la amistad y el amor y someterse a pruebas por ello. Sobre esto Papageno no está muy de acuerdo. Él es un hombre primitivo («Ich bin so ein Naturmensch») y hasta que no le aseguran una mujer joven y bella, a Papagena, no acepta. Pero debe prometer no hablar con ella si la ve. Tienen que permanecer en silencio, y no hablar con ninguna mujer. En este dúo se detallan las principales motivaciones de la prueba («Bewahret euch vor Weibertuecken»).
Los tres sacerdotes abandonan la sala y les dejan en la oscuridad. En ese momento aparecen Las Tres Damas del suelo y cantan el quinteto («Wie? Wie? Wie?»), que los intentan convencer de que ese no es un buen lugar. Papageno no para de preguntar a Tamino si lo que dicen es verdad, pero Tamino, que es fuerte, no piensa en lo que puedan decir. Ellas insisten en que la Reina de la Noche se dirige hacia el templo, mientras que Papageno se desmaya. Pero se oye a los sacerdotes, que las expulsan hasta que desaparecen en el suelo. Entran estos y se llevan a Tamino. A Papageno le hacen levantarse para poder seguir guiándolo.
Cuadro III: Un jardín
La princesa Pamina duerme en una cama bajo la luz de la luna. Entonces entra Monostatos y canta su aria sin que nadie lo vea («Alles fühlt der Liebe Freuden»), en la que se lamenta de su posición comprometida. No puede amar a un ser tan hermoso como la luna porque lo negro es feo. Se acerca a la princesa Pamina, pero la madre de la princesa Pamina, la Reina de la Noche, surge del suelo. Pamina se despierta y Monostatos se esconde. La Reina de la Noche se enfurece al ver que el príncipe Tamino se ha puesto del lado de Sarastro, y pide venganza por ello. En el aria más famosa de la ópera («Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen») expresa que se siente engañada y obliga a la princesa Pamina, su propia hija, que mate a Sarastro, amenazándola con abandonarla para siempre. Le da el cuchillo a su hija para que asesine a Sarastro y se marcha enfurecida. Monostatos sale de su escondite y decide vengar a Sarastro pidiendo que se case con él, pero la princesa Pamina se niega. Llega Sarastro para consolar a Pamina y tomar justicia, a la manera que se tiene dentro de esos muros, que no conocen venganza («In diesen heil'gen Hallen»).
Cuadro IV: En la sala de las pruebas
Mientras, el príncipe Tamino y Papageno siguen superando las distintas pruebas impuestas. En este momento se enfrentan a la prueba del silencio, pero Papageno no calla. Surge del suelo una mujer vieja y fea que ofrece agua a Papageno, que no para de hablar con ella y descubre que tiene 18 años y dos minutos, y además tiene un amante, el mismo Papageno. Cuando va a preguntar el nombre de la anciana, un trueno suena y la vieja desaparece. Los muchachos llegan para traerles comida y sus instrumentos. Entregan a Tamino su flauta y a Papageno sus campanillas, y desaparecen. Tamino toca la flauta mientras Papageno come y bebe. Aparece Pamina al sonido de la flauta, que, al no obtener respuesta alguna por parte de Tamino, piensa que no le quiere y, muy herida, canta su bellísima aria («Ach, ich fühl's, es ist verschwunden»). Es el momento más solemne de toda la obra.
Cuadro V: Una gran sala abovedada, en el interior de una pirámide
Sarastro, junto con el coro de los sacerdotes, inician un ritual («O, Isis und Osiris, welche Wonne»). Se trata de uno de los pasajes corales más representativos de la época. Tamino, frente al gran sacerdote, escucha sus palabras. Entonces entra Pamina con un saco en la cabeza acompañada por los sacerdotes junto a Tamino. Sarastro le quita el saco. No cesa de preguntar por Tamino, que está a su lado, pero Tamino no habla con ella. En este trío se relata la historia ("Soll ich dich, Treuer, nicht mehr sehn?"). Han de separarse y los dos lo aceptan porque les prometen que volverán a encontrarse.
Cuadro VI: Jardín pequeño
Papageno está solo y perdido en la sala donde se realizan las pruebas. No encuentra la salida, siempre le dicen Atrás! (Zurück!). Al acercarse a un sacerdote, este le reprocha que su comportamiento merece un castigo, pero los dioses, benignos, lo perdonan. A cambio nunca sentirá las alegrías de los iniciados. Papageno se conforma con un vaso de vino, que le es concedido, y con una muchacha («Ein Mädchen oder Weibchen wünscht Papageno sich!») que le haga caso y le quiera. Cantando, encuentra a su mujer, pero es la misma anciana que le pide su eternidad. Él accede con desgana porque, si no, vivirá encarcelado sin una amiga y sin vivir en el mundo que tanto le gusta. En ese momento, ella se convierte en una hermosa joven, Papagena, pero la pierde porque se acerca un sacerdote; aún no es digno de ella, le dice. Papageno se hunde en la tierra porque no quiere hacer caso al sacerdote.
Cuadro VII: Un jardín
Los tres muchachos anuncian la llegada de la mañana y hablan de Pamina («Bald prangt, den Morgen zu verkuenden!»). Pamina, al creerse rechazada por Tamino, decide suicidarse. A punto está, pero los jóvenes genios la salvan a tiempo y le piden que tenga paciencia («Ha, Unglückliche, halt ein!»).
Cuadro VIII: Dos montañas, una arroja fuego y la otra agua
Dos hombres con armadura traen a Tamino para que supere las pruebas de agua y fuego. Antes de la prueba, Pamina aparece dispuesta a verle («Der, welcher wandert diese Strasse voll Beschwerden»). Deciden que, como Pamina no teme a la muerte, es digna de ser iniciada. Ambos se dan la mano. Tamino toca la flauta para poder atravesar la columna de fuego. Entran y salen de ésta. Tamino vuelve a tocar la flauta y se dirigen a la montaña, que arroja agua. Entran y salen de ésta. Aparece después la entrada a un templo muy iluminado, dentro del cual se oyen gritos de triunfo y alegría por la pareja («Tamino mein! O welch ein Glück» y «Wir wandelten durch Feuergluten»).
Cuadro IX: Pequeño jardín
Papageno, al ver que ha perdido a Papagena, la busca desesperadamente cantando y tocando su silbato («Papagena, Papagena! Weibchen! Täubchen!»). Decide ahorcarse. Con una cuerda, se acerca a un árbol. Pide que se apiaden, pero no se oye nada. Resignado, se dispone a colgarse. Los tres muchachos le detienen y le aconsejan que toque sus campanillas. Es el famoso dúo donde se encuentra con su amada Papagena, con la que decide tener muchos hijos Papagenos («Pa-Pa-Pa-Papagena!»).
Cuadro X: Subterráneos del templo
La Reina de la Noche, junto con Monostatos y sus tres damas, quien se le ha unido, surgen del suelo y en silencio («Nur stille, stille, stille, stille!») intentan atacar el poder de los sacerdotes y de Sarastro entrando en el templo. La Reina de la Noche le ha prometido a Monostatos su propia hija, la princesa Pamina, y este le enseña el camino. Se oyen ruidos. Son los sacerdotes, que los vencen con truenos y rayos. La Reina de la Noche, sus tres damas y Monostatos son expulsados y se los traga la tierra. Sarastro convoca el reino de la luz y el reino de la verdad. En el coro final («Die Strahlen der Sonne vertreiben die Nacht») se canta a la belleza y a la sabiduría que han sido coronadas para siempre en aquel bello lugar.
Programa y reparto
CATEGORÍA DOGE : Mejores asientos, programa gratuito, invitación al cóctel (apertura 45 min antes del espectáculo) y champán ilimitado.
CATEGORÍA VIP: Los mejores asientos en casa con copa de champagne y programa de cortesía.
CATEGORÍA PRESTIGIO: Excelentes asientos con copa de champagne y programa de cortesía.
Duración: 3h con intermedio
Florie Valiquette: Pamina
Julia Knecht: Reina de la Noche
Mathías Vidal: Tamino
Marc Scoffoni: Papageno
Nicolás Certenais: Sarastro
Alexandre Baldo: El Orador
Pauline Feracci: Papagena
Olivier Trommenschlager: Monostatos
Suzanne Jerosme: Primera Dama
Lucie Edel: Segunda Dama
Mélodie Ruvio: Tercera Dama
Matthieu Chapuis: primer sacerdote, hombre con armadura
Nicolas Brooymans: segundo sacerdote, hombre con armadura
Coro y Orquesta, Le Concert Spirituel
Hervé Niquet Director de orquesta
Cécile Roussat y Julien Lubek Dirección de escena, escenografía, iluminación
Disfraces de Sylvie Skinazi
Palacio de Versalles
Versalles, símbolo de la monarquía triunfante, tuvo una función artística igual que política. Luís XIV reunió en su dominio a los artistas más brillantes de la época, y permitió la eclosión de nuevos estilos. Este marco, configurado por las artes, fue el escenario de las fiestas más fastuosas: Teatro, ópera, ballet, fuegos artificiales, espectáculos ecuestres, náuticos y banquetes se sucedían en la cumbre.
Fiel a su historia, el Palacio de Versalles sigue siendo el escenario de una vida cultural y artística muy variopinta: Grandes Aguas, óperas, conciertos, ballets, grandes espectáculos, serenatas, Gran baile de disfraces y exposiciones de arte contemporáneo. Artistas de gran renombre vuelven a insuflar la vida a los espacios más hermosos con creaciones clásicas y contemporáneas.
El Palacio de Versalles (en francés: Château de Versailles, castillo, mansión de Versailles) es un edificio que desempeñó las funciones de una residencia real en siglos pasados. El palacio está ubicado en el municipio deVersalles, en Île-de-France. Su construcción fue ordenada por Luis XIV, y constituye uno de los complejos arquitectónicos monárquicos más importantes de Europa.
Con sus tres palacios, sus jardines y su parque, Versalles es un dominio inmenso. Si bien Luis XIII hizo edificar allí un pabellón de caza con un jardín, Luis XIV es su verdadero creador, ya que le dio su amplitud y determinó su destino.
Luis XIV dejó París y decidió construir Versalles como una pequeña ciudad alejada de los problemas. Tendría varias etapas constructivas, marcadas por las amantes de Luis XIV.
El jardín de Versalles es clasicista, ordenado, racionalizado. Con el paisajismo se obliga a la circulación. Crea una organización que relaciona todas las esculturas y fuentes y ensalza la monarquía. Las esculturas se señalan unas a otras. Progresiva civilización del jardín: muy ordenado, podado y cuidado en la zona próxima al palacio, y después se va asilvestrando, es decir que se hace más silvestre a medida que nos alejamos del palacio.
Tres siglos después de su creación, el dominio sigue siendo considerable pues cuenta con 800 hectáreas, 20 km de caminos, 200 000 árboles, 35 km de canalizaciones, 11 hectáreas de techumbre, 2 153 ventanas y 67 escaleras.
El conjunto del palacio y parque de Versalles, incluyendo el Gran Trianón y el Pequeño Trianón, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979.
Versalles vivió el apogeo de la Francia de los Borbones, pero también su destrucción: en Versalles se establecieron los Estados Generales desde 1789 hasta el 6 de octubre. En esta fecha, el palacio fue tomado por el pueblo y el rey y su familia obligados a trasladarse e instalarse en París. Desde entonces Versalles quedó vacío. En 1792, tras la caída de la monarquía, fue saqueado. Napoleón Bonaparte acarició durante un tiempo la idea de convertirlo en su palacio imperial, pero Versalles ya no se utilizará hasta el retorno de la monarquía. Luis Felipe encargó a su ministro Camille Bachasson, conde de Montalivet la conversión del palacio en museo: de esa época data la dedicatoria: "A todas las glorias de Francia".
Versalles ya sólo se utilizó de forma episódica o anecdótica. El palacio fue el cuartel general del ejército prusiano en 1870 durante el asedio de París. El emperador alemán fue coronado el 18 de enero de 1871 en la Galería de los Espejos. En él se refugiaron, durante la Comuna, Adolphe Thiers y su gobierno, sentándose en el gigantesco hemiciclo, en los sillones color burdeos hasta 1879. Después fue el centro de las elecciones presidenciales de la III y la IV República. Se decoró con grandes frescos que evocaban la guerra, la agricultura, el comercio, la industria y la paz. El Tratado de Versalles se firmó el 28 de junio de 1919, que puso fin a laPrimera Guerra Mundial.