Recital de Elīna Garanča

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Elīna Garanča está considerada como la mejor mezzosoprano del mundo

Con un programa que contiene canciones y arias de compositores románticos europeos del siglo XIX

Nacida en Riga (Letonia) y actualmente residente en España, Elīna Garanča está considerada como la mejor mezzosoprano del mundo en la actualidad.  Después de los recientes éxitos en su debut como Kundry en el Parsifal de Wagner en Bayreuth, su Princesa de Éboli en la inauguración de la temporada del Teatro alla Scala o la Amneris de Aida en Berlín en la producción de Calixto Bieito, llega al Liceu para ofrecer su recital en plenitud de forma.

Con un timbre cautivador y bello, sin fisuras en los cambios de registro, con un centro sedoso, unos graves resonantes y unos agudos penetrantes, la cantante letona se adentra en cada rol viviendo la esencia de la música. Siempre seduciendo con su voz y sus inflexiones, pasando por los filatos, la sensualidad o languidez en el fraseo. 

Elīna Garanča es invitada regularmente en la Metropolitan Opera, la Wiener Staatsoper, el ROH Covent Garden, el Festival de Salzburgo, el Festspielhaus Baden-Baden, la Bayerisches Staatsoper de Munich, la Deutsche Oper de Berlín, el Carnegie Hall de New York o el Wigmore Hall de Londres, entre otros de todo el mundo.

Garanča, quien debutó en el Gran Teatre del Liceu cantando Sesto (La clemenza di Tito) en sustitución de Joyce DiDonato en 2006, volvería para cantar la Seymour de Anna Bolena y un Réquiem de Mozart en la basílica de Montserrat durante la pandemia de la Covid-19, se presenta en formato de recital con un programa que contiene canciones y arias de compositores románticos europeos del siglo XIX y también alguna romanza de zarzuela, género por el que tiene gran predilección. Con un instrumento envidiable de voz homogénea, aterciopelada y gran belleza, Garanča cautivará al público durante toda la velada. 

Programa y reparto

Duración aproximada: 2h

Reparto

Mezzosoprano: Elīna Garanča

Piano: Malcolm Martineau

Gran Teatre del Liceu

El Gran Teatre del Liceu, creado en 1847 en la Rambla de Barcelona, es un teatro de ópera que a lo largo de los años ha mantenido su función de centro cultural y artístico. Es uno de los símbolos de la ciudad.

Actualmente es un teatro de titularidad pública (Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) administrado por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que incorpora, además de las citadas instituciones, el Consejo de Mecenazgo y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu.

Los orígenes. Del 1837 al 1847

El Liceu tiene su origen en la Sociedad Dramática de Aficionados, creada en 1837 en el antiguo Convento de Montsió por unos miembros de la Milicia Nacional, organización de ciudadanos armados de la época de signo liberal, bajo la iniciativa de Manuel Gibert.
La necesidad de crear un conservatorio de música en una Barcelona en plena expansión económica y demográfica pronto propició (1838) su conversión en el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés de S. M. la Reina Isabel II, que añadía al cultivo del teatro el del canto y la música a la italiana.
 

El edificio de la Rambla

El éxito del Liceo Filarmónico, junto con la voluntad de un grupo de destacados miembros de la burguesía barcelonesa dirigido por Joaquim de Gispert i d’Anglí, llevaron a la construcción de un nuevo y ambicioso teatro, digno de la importancia de la ciudad, que ha perdurado a lo largo de más de un siglo y medio, en el solar del antiguo Convento de los trinitarios de la Rambla.
El primer edificio, inaugurado solemnemente el 4 de abril de 1847, fue construido según los planos del arquitecto Miquel Garriga i Roca, pronto ayudado por Josep Oriol Mestres. El proyecto se financió mediante acciones mercantiles —que comportaban la propiedad privada de buena parte de los palcos y las butacas del futuro teatro— que dieron lugar a la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, llamada «Sociedad de Propietarios», la cual, desde 1855, se convirtió en responsable única del Gran Teatre del Liceu al separarse jurídicamente del Conservatorio del Liceu.
La explotación del Teatro fue confiada desde un principio a empresas concesionarias de los espectáculos, que tenían la obligación de ofrecer un número determinado de representaciones, recibiendo, a cambio, los ingresos por la venta de las localidades no adscritas a la Sociedad.
Esta situación perduró hasta 1980.
 

La creación del Consorcio

El régimen económico que regía el Liceu se mostró inviable a partir del último cuarto del siglo XX. En 1980, el primer gobierno de la Generalitat de Catalunya, ante el peligro de desaparición de una institución del prestigio cultural internacional del Liceu, crea, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, a las que se sumarían posteriormente la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura (1985 y 1986), el Consorcio del Gran Teatre del Liceu, que se hizo cargo de su gestión y explotación.
 

El incendio de 1994 y la construcción del edificio actual

El incendio del 31 de enero de 1994, que destruyó la sala y el escenario, causó un impacto emocional extraordinario en la sociedad catalana y replanteó de modo radical la propia existencia del Teatro. A fin de poder reconstruir, mejorar y ampliar este emblemático edificio, se hizo necesario un nuevo enfoque jurídico con miras a su titularidad pública: se creó la Fundación del Gran Teatre del Liceu (1994), y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu hizo la cesión de la propiedad al Consorci del Gran Teatre del Liceu, integrado exclusivamente por las administraciones públicas  (cesión ratificada en 1997).
A partir del preexistente proyecto de Reforma y Ampliación de Ignasi de Solà-Morales (de 1986, al que se sumaron en 1988 Xavier Fabré y Lluís Dilmé), se realizó la reconstrucción, y el nuevo Liceu —con una apariencia fiel al anterior pero dotado de una infraestructura técnica muy avanzada y ampliado con los solares vecinos de la Rambla, calle Sant Pau y calle Unió — abrió sus puertas el 7 de octubre de 1999.

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